viernes, 30 de octubre de 2009
Sí. ¡Por fin! ¡Tantos afanes! ¡Tanta expectación! ¡Tanta gente pendiente, directa o indirectamente implicada!
Rueda de prensa el 26 de octubre a las 11:30 horas en el Palacio de la Diputación Provincial.
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Las tres Damas de la Cultura almeriense reunidas por primera vez para un proyecto común: (¡Se trata del Tenorio de FEALTA!) Yolanda Callejón, delegada de Cultura, Caridad Herrerías, diputada de Cultura y la anfitriona del Estreno, Lola de Haro, Concejala de Cultura de Almería.
La prensa lo publica todo al día siguiente. Allí están las fotos para demostrarlo. Ellas tres posan junto al presidente de FEALTA, Mariano Sopedra y junto al actor protagonista, Modesto Expósito. Se trata de una foto histórica.
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Día 27 de octubre, 18:00 horas
Día de preestreno en el Auditorio Maestro Padilla.
Asisten autoridades invitadas, medios de prensa y grupos sociales. El patio de butacas está lleno.
Los actores bullen de nervios contenidos.
Miran intranquilos, esperando entre cajas, cómo los técnicos hablan tranquilamente y se transmiten instrucciones sin recatarse, mientras que a ellos se les pide absoluto silencio.
Andan de puntillas hasta llegar a sus posiciones de partida. Se oye el rumor del público.
Suenan los timbres. Se levanta el telón.
Todavía unos instantes de nerviosismo atroz hasta que dices la primera frase, el primer verso. A partir de ahí, el entrenamiento, los ensayos, el método de trabajo toma las riendas y la actuación transcurre majestuosa. Por primera vez todo encaja en su sitio. La luz pone la magia a los movimientos de los actores. La música puntúa los versos. Los efectos especiales añaden dramatismo a la escena.
El público no respira. Nadie se levanta de su butaca. Transcurren dos horas, el intermedio, y por fin el final, espectacular, conmovedor. Algunos se emocionan más que otros, pero todos aplauden largamente el esfuerzo.
Los actores y técnicos respiran hondo. Ha pasado el primer trago.
Día 28 de octubre, 21:00 horas.
Después de dos días enteros, el escenario parece nuestra casa.
Esta vez el murmullo del público es poderoso.
El teatro está lleno hasta arriba.
No hay que relajarse, es la consigna. Hoy es el gran estreno. Los miedos afloran: miedo a quedarse en blanco, a olvidar la réplica. Lo sucedido ayer da gran confianza. Pero los fantasmas acechan. Suenan los timbres. El silencio, arriba en el escenario, tras el telón, es total. Sólo se oyen los susurros de las últimas instrucciones.
Por fin se levanta el telón.
Los de la comparsa se arrojan valientes a por la primera escena. Todo lo demás se sucede.
Este público es diferente al de ayer, enseguida se nota. Ríen suavemente, se sorprenden, aplauden abundantemente los entreactos.
La emoción fluye a raudales al acercarse el final. El ritmo de la representación transcurre implacable sin un sólo fallo, ahora pausado, ahora trepidante. Los últimos textos son pronunciados con todo énfasis y fuerza.
Cae el telón.
El aplauso es largo y prolongado. Los bravos premian el esfuerzo.
Los nervios desaparecieron. Queda la satisfacción.
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